Capítulo 3



EL CLAN DE LAS MARIPOSAS pt.1

Soy consciente de lo que he hecho
porque no soy consciente de lo que he visto.

La luz ya existía mucho antes que todas esas leyendas sobre ella, mucho antes de ser la salvación y la esperanza, antes incluso de ser fuente de vida. Pero la luz no es más una onda electromagnética que se propaga en línea recta en todas las direcciones que su foco le permite, perturbando las moléculas del medio a su paso. Cada partícula excitada se convierte en un nuevo foco emisor, y así lo que por un instante nació independiente y todopoderoso, se vuelve por necesidad contaminante de su entorno. Somos el reflejo del origen de nuestra vida, un punto que una vez fue perturbado y no ha dejado de moverse; un ejemplo, parte de un todo.
                   
Si una mariposa aletea sus alas en algún lugar de la superficie terrestre, puede provocar en el otro extremo, diámetro de por medio, que se forme un huracán. O puede que no, como también puede provocarlo el estallido de mil volcanes en Indonesia. La magnitud de un hecho no determina su relevancia, no siempre, y he aquí un principio a por qué nunca se busca explicación en los hechos más insignificantes. Pero todo está conectado.
               
Si se mira lo suficientemente cerca, el universo no es más que un puñado de partículas. Partículas que conviven y reaccionan entre sí constantemente, cambiando vidas con cada contracción y expasión, que se repelen tanto como se atraen y que nunca dejan de estar ahí. Empezaron a interactuar un día, y sus primeras reacciones afectaron a todas las que vendrían después, crearon un marco histórico predefinido. Es puro determinismo.
                           
Cuando asientas las bases de lo fundamental, y construyes ideas sobre cimientos lógicos e imparciales -aunque no por ello menos relativos-, hablar del destino no resulta tan absurdo. Pero no de un sino profetizado ni de providencia divina; el destino es físico y matemático, el destino es el listado de todas y cada una de las interacciones de partículas que, como no podía ser de otro modo, nos trajeron a este preciso momento. Pero, ¿somos esclavos del marco universal del segundo anterior al segundo que vivimos?

La luz es reflejada por los objetos, en mayor o menor medida, y llega a nuestros ojos, que envían la información mediante corrientes neuronales que recorren el cerebro junto a otros impulsos eléctricos. Cuando piensas, las partículas que conforman tu cerebro emiten frecuencias que se transmiten a lo largo y ancho del universo. Frecuencias insignificantes, despreciables, gotas de agua en el océano. 
               
Nada de esto sirve ni tiene utilidad, hasta que, de repente, le da sentido a todo.

 
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