A Dios lo inventó una madre



"Lo único relevante en cuanto a Dios es que exista,
porque si no es así, ¿a quién le importa?"


Hoy es un día tonto, lo ha sido desde el desayuno. Uno de esos días en los que cualquier pensamiento te absorbe mientras te empanas con los posos espesos y granulados del café. Creó que incluso dejé de oír los crujidos del segundero del reloj de Pepsi que hay colgado en la pared. Me ha dado por pensar en el destino, entre otras muchas gilipolleces. Como seguidor acérrimo del determinismo más puro, no puedo decir que no exista, aunque la idea se me antoja un poco ridícula.
Es fácil suponer que he acabado con Dios en la cabeza, pero reconozco que antes estuve un buen rato distraído con los surcos que había dejado con el cuchillo sobre la mantequilla. Hace años que mantengo una indiferencia formal en cuanto a la existencia de una deidad, porque como buen católico de fe que fui criado, ya no consigo tragarme todas las utópicas teorías de amor supremo y eternidad de los creyentes. Pero esta mañana, como rémoras fantasmales, se han ido colando en mi cabeza una serie de ridículas contradicciones de esas que te cuentan cuando eres niño. Ya sabéis, como que Dios te ama y por eso te putea.
Si te pega es porque te quiere.
Resulta que somos afortunados de contar con el libre albedrío -alabado sea el Señor-, un contrato que se firmó en el caribe por Adán y Eva mucho antes de que naciésemos. Pero hay trampa, señores míos, porque todo lo que hagamos está ya planeado. Es decir, que para compensar el "yo soy yo y mis circunstancias", va a ser que todo estaba preparado.
Tenemos la misma suerte que un personaje de videojuego.
Sé que llegar a este punto es sencillo, pero yo he necesitado hacer de nuevo café. Me he dado cuenta de que si te lo sirves cuando aún la cafetera exhala un chorro de vapor, sale a borbotones.
La cosa es que, aunque te cuenten que hagas lo que hagas, ya esta hecho antes de hacerlo, si la cagas, pagas. Es algo así como apostar en una carrera amañada por el corredor de apuestas. Lo gracioso es que cuando era pequeño, mi madre me dejaba montar sin manos en la bici y, cuando me caía, me llovían un par de ostias y oía "Sabía yo que esto iba a pasar".
Mi madre no inventó a Dios, no tiene tanta imaginación. Pero alguna tuvo que hacerlo, antes no había tele.

1 comentario:

Unknown dijo...

Intentare resetear mi videojuego de vez en cuando....

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