RAZÓN DE SER
Lo difícil no es ser fuerte,
es reconocer que no lo eres.
Si te
preguntas por la vida, acabas por rendirte. No sabes qué es exactamente ni
qué te ha traído a ella. Pero estás aquí y lo acabas aceptando. Lo que sí sabes
es que tú eres tu único nexo con ella, y si dejas de existir, dejas de formar
parte de ella. Lo único que puedes afirmar es que lo que ves es lo único que
conoces, y más allá no sabes lo que hay. Digan lo que digan, hay un paso en
nuestra vida, que aparte de darlo involuntariamente, será a ciegas. Esto es
importante, porque siempre habrá alguien dispuesto a decirte que hay una vida
siguiente, y que es el resultado de ésta.
Lógicamente,
a la hora de cojear no hay muchas opciones, y al final todos ponemos nuestro peso en la búsqueda de estar bien, cargues al lado que cargues. Y así llegaron los filósofos, que somos todos, dándose cuenta de esto. Como buenos amantes de catalogarlo todo, quisieron darle a este
hecho un nombre y una razón. Y así, como un gen inyectado en nuestra naturaleza,
nació el concepto de felicidad.
Y hasta
aquí llega la historia de la utilidad de la filosofía. Una vez sabes lo que es
un copo de nieve, y aceptas que es único o que difícilmente encontrarás dos
iguales, no ves necesario estudiar y clasificar cada uno de ellos. Bajo mi punto de vista,
conceptualizar un hecho de incalculable magnitud para nuestra especie es, como
poco, un error soberano. Pero ya puestos a ser profundamente tozudos y propensos
a repetir siempre los mismos errores, hablaremos de la felicidad.
He oído
a lo largo de mi vida muchas definiciones, estimaciones o ideas acerca de este legendario y codiciado sentimiento. He oído que la felicidad es ser uno con lo que te rodea, verlo todo
con optimismo, disfrutar cada momento y amar lo que tienes. Pero más allá, hay
quien afirmó que la felicidad es tener buena salud y poseer una memoria
selectiva, o ni siquiera tener memoria. Alguno dijo que la felicidad es estar rodeado
de los tuyos, aunque otros apuntaban que no sé es feliz si se es dependiente.
He llegado a oír que hay que defender a muerte lo que crees para sentirte
feliz, o que para ser feliz hay actuar y hablar del mismo modo en que se
piensa, y que por supuesto no hay que confundir ser feliz con sentirse feliz. Han llegado incluso a decir que la felicidad reside en la experiencia, y
nunca en las posesiones. Y al final, la clave para ser o estar o sentirse feliz
es posible que sea tenerlo todo, o nada, o por el contrario ninguna de
ambas cosas.
Se han
expuesto todo tipo de teorías acerca de la felicidad, y cada nueva forma de
verla y expresarla que he oído se me ha
antojado cada vez menos vinculada con la realidad. Pero lo que resulta más
sorprendente, trágico e irónico, es que ni el hombre, ni su historia ni su
esperanza se hayan atrevido todavía a aceptar que la felicidad no existe.
Y es que a
partir de este punto, todo es posible.